Nombre u obra homónima: Juan Manuel
Lugar de nacimiento:
Otros nombres:
Geografia vital: Escalona, Murcia, Peñafiel, Madrid, Aragón, Cuenca, Algeciras.
Año de nacimiento: 1282
Año de fallecimiento: 1348
Lengua de escritura: español -
Género literario: a:2:{i:0;s:15:"Narrativa breve";i:1;s:17:"Narrativa extensa";}
Movimiento literario: a:1:{i:0;s:19:"Literatura medieval";}
Relaciones literarias y personales: Poema de Mio Cid, Poema de Fernán González, Libro de Alexandre.
Temática: a:4:{i:0;s:15:"Grupos sociales";i:1;s:6:"Guerra";i:2;s:9:"Política";i:3;s:20:"Reflexión literaria";}
Investigadores responsables: Bizarri, Hugo O. -
Por Hugo O. Bizzarri
Biografía
Andrés Giménez Soler comienza su gran estudio crítico afirmando que «Don Juan Manuel es el hombre representativo de Castilla y de España en su época (Giménez Soler, 1932: vi). Hombre extremadamente activo en la vida política de la primera mitad del siglo XIV, enlazado con las redes de poder gracias a su ascendencia familiar, Juan Manuel encarna aquella nobleza díscola contra la que tuvieron que luchar los reyes castellanos para imponer su autoridad.
Nació en Escalona (provincia de Toledo) el 6 de mayo de 1282, hijo de don Manuel, hijo menor de Fernando III, y de su segunda esposa Beatriz de Saboya. Gracias a su línea paterna estuvo desde niño próximo a la corte castellana. Su vida estuvo plagada de sobresaltos. Tal vez los primeros fueran la muerte de su padre cuando tenía algo más de año y medio y de su madre cuando tenía ocho años. Estos recuerdos aflorarán en sus obras: en el Libro de los estados (I, cap. 67) recordará la dedicación de su madre a su crianza amamantándolo ella misma; en el Libro de las tres razones mencionará la muerte de su padre: «[…] quando mio padre murio, non avia yo mas de vn anno et ocho meses»; en el Conde Lucanor (ej. 33) recordará a su padre de caza, una actividad que don Juan apreciaba mucho como ejercicio guerrero y como distracción de nobles. Estos episodios trágicos de su vida hicieron que rápidamente heredara el cargo de Adelantado de Murcia, a excepción de las villas de Elda y Novelda, que mantuvo durante toda su vida. No obstante, a los doce años, en 1294, los moros invadieron el reino de Murcia y el 6 de junio de ese año, don Juan con tan sólo doce años tuvo que entrar en combate para defenderlo. Fue éste su bautismo de fuego. En septiembre de ese año se produjo otro gran episodio de su vida: su ingreso a la corte. En el castillo de Peñafiel conoció al rey Sancho IV, que ya estaba enfermo y, poco más tarde, en Madrid tuvo una entrevista con el rey moribundo que recordará años más tarde en el Libro de las tres razones.
La muerte del rey, el 25 de abril de 1295, en Toledo, reanimó el problema de la sucesión del reino que se había originado luego de la muerte del rey Alfonso X, a causa de sus dos testamentos y de las leyes discordantes en caso de muerte del príncipe heredero. Los infantes de la Cerda, apoyados por su abuela, doña Violante, volvieron a reclamar el derecho a la sucesión del trono, mientras que la esposa del rey Sancho IV, doña María de Molina, velaba por que su hijo, el futuro Fernando IV, de tan sólo nueve años, heredara el reino. Los infantes de la Cerda tenían el apoyo del rey de Aragón. Sin embargo, Juan Manuel no se implicó en este problema dinástico. Retirado en sus tierras, no fue a Toledo para la proclamación del nuevo rey y se abstuvo también de apoyar a los pretendientes.
De su aislamiento lo sacó el rey Jaime II de Aragón invadiendo Murcia. El joven noble no pudo detener la avanzada y debió de capitular. Juan Manuel conservó Murcia, pero para ello se vio obligado a reconocer como señor a don Jaime. Tal vez para mejorar esta situación de sometimiento buscó estrechar lazos con la corona de Aragón. Así es que en 1299 se casó con doña Isabel, infanta de Mallorca. Su matrimonio duró hasta diciembre de 1301, a causa de la muerte de doña Isabel. Su segundo intento matrimonial apuntó al corazón de la corona aragonesa. En 1302 se casó con la infanta doña Constanza, hija del rey de Aragón, aún menor de edad. De esta manera, sellaba su alianza con el reino vecino. El matrimonio iba acompañado de una renovación de pactos, entre los cuales aceptaba el noble castellano no secundar al rey castellano en caso de ataque a la corona aragonesa. Esto fue considerado como inaceptable por el nuevo rey Fernando IV que, por tanto, buscó matarlo.
Entre 1308 y 1310 Aragón y Castilla llevaron adelante la guerra contra los moros. En plena batalla, don Juan Núñez y don Juan Manuel abandonaron el campo renunciando apoyar la incursión del rey castellano. Al año siguiente, doña Constanza llegó a la mayoría de edad (tenía 12 años), con lo cual el 3 de abril se celebró la ceremonia matrimonial. Mientras don Juan Manuel se distanciaba del rey castellano, su alianza con Aragón se afirmaba.
La lucha contra los moros se reanudó en marzo de 1312. En medio de esa empresa, el rey Fernando IV, siempre de salud muy frágil, falleció. La reina-abuela tuvo que hacerse cargo una vez más de la regencia de Castilla, acompañada esta vez del infante don Pedro y del infante don Juan. La reina guardaba para si lo que consideraba más precioso, la custodia y crianza del niño: «[…] porque uos la dicha Reyna doña Maria cobredes el dicho Rey don Alfonso para lo criar et tener segund que sobredicho es» (Giménez Soler, 1932, doc. 303). Cada uno de estos nobles tuvo el apoyo de una parte de la nobleza. Juan Manuel estuvo de parte de don Pedro y don Juan Núñez de parte del infante don Juan. Pero poco después Juan Manuel advirtió que las promesas que le había hecho el infante don Pedro no se concretaban y, por tanto, comenzó el distanciamiento entre ellos. Nuevamente Juan Manuel tuvo relaciones conflictivas con el centro del poder. Una vez más, el destino vino a despejarle el camino. El 24 de junio de 1319, día de San Juan Bautista, los infantes don Juan y don Pedro murieron luego de levantar el sitio de Granada. En el Libro de los estados (I, 77) Juan Manuel recordará este episodio como un error estratégico: «[…] oy dezir que vna de las cosas que mas enpesçio quando en la Bega murieron el infante do Iohan et don Peydro, fue las espolonadas que fizieron algunos, et despues tornauan fuyendo al logar do estauan los pendones». No lamentó mucho don Juan el episodio. Casi inmediatamente pactó con doña María para transformarse en tutor. Pero la regenta estaba ya debilitada y en 1321 murió. El reino cayó en el desgobierno regido por tres tutores (uno de ellos don Juan) que sólo se ocupaban en apoyar los desmanes de sus alidados.
Fue éste uno de los períodos más trágicos del siglo XIV. Es por ello que cuando aún no había cumplido los 15 años, en 1325, Alfonso XI asumió el poder (Giménez Soler, 1932, docs. 386 y 391). El joven rey se rodeó de un grupo de consejeros entre los que no fue incluido don Juan Manuel. Una vez más, luego de haber detentado el poder, el noble castellano era alejado del gobierno. Alfonso se hacía cargo de un reino en plena crisis. Su requerimiento más inmediato era el de someter a esa nobleza que se oponía a un poder central. Tal vez los castellanos esperaran que fuera un monarca débil como su padre o obligadamente conciliador como su abuela. Por el contrario, el nuevo rey presentó una personalidad fuerte que no se doblegó ante los nobles. Muy por el contrario, comenzó una lucha por someterlos. A algunos los dominó; a los que no se doblegaban, los mató. Con don Juan Manuel llevó a cabo un plan mucho más astuto. Propuso casararse con la hija del noble, doña Constanza. Don Juan Manuel consideró natural que el rey quisiera casarse con su hija, dado su poder y su linaje. En carta del 13 de octubre de 1325 comunicaba esta nueva con orgullo a su suegro, el rey de Aragón: «Et sennor todo esto uos enbio desir porque so çierto que uos plasera e porque tengo que es muy grand derecho que todas las cosas que acaesciesen en mi fasienda et demas esto que lo sepades uos» (Giménez Soler, doc. 400) y poco después al consejo de Murcia (Giménez Soler, 1932, doc. 401).
El matrimonio fue sancionado el 28 de noviembre de 1325. Se abría con esto una posibilidad que don Juan nunca había soñado: su hija en el trono de Castilla. A partir de entonces en la documentación el noble se dirige a ella como ‘reina’.
Pero poco después los acontecimientos comenzarían a darle indicios nefastos. En julio de 1326 Alfonso XI atrajo a don Juan, señor de Vizcaya al castillo de Toro y ahí lo asesinó. En mayo de 1327 don Juan ya no tenía dudas del engaño: Alfonso prometió casarse con la hija del rey don Alfonso IV de Portugal. En diciembre de ese año era un hecho que el monarca no cumpliría su palabra. Don Juan decidió desnaturalizarse y hacer la guerra al rey. Esta amargura la expresa en carta a Pero Martínez Carrillo, alcalde del castillo de Lorca, para lograr su apoyo: «Et sabet que por este tuerto tan grand que el Rey me ha hecho que me enbio a despedir e a desnaturar del. E sobresto astragol et quemol toda su tierra et fagol la mas cruel guerra que puedo» (Giménez Soler, 1932, soc. 450). También en ese año moría su esposa Constanza sin darle hijo varón. Su descendencia se veía amenazada.
La guerra contra el rey don Juan la sostuvo tanto tiempo cuanto pudo; pero en 1330 admitió que no podía mantenerla indefinidamente y, por tanto, volvió a ser leal al rey. Volvía recobrar así don Juan su apreciado Adelantamiento de Murcia. Desde entonces hasta el año 1335 don Juan llevó una solapada lucha contra el rey. Pero en este último año el monarca mandó arrasar uno de sus castillos de Peñafiel y colocó en tres de sus fortalezas de Escalona alcaldes que eran vasallos del monarca. Con ello, el rey Alfonso XI lograba el total sometimiento del noble. No le quedó otra posibilidad que ir a besar las manos del rey a Cuenca. A partir de aquí la vida política de Juan Manuel poco a poco se eclipsa. Participó de las campañas militares del rey castellano, aunque buscó el apoyo de su aliado aragonés para excusarse de sus obligaciones militares en más de una ocasión. No obstante, participó de la batalla del Salado (30 de octubre de 1340) y de la toma de Algeciras (26 de marzo de 1344). Para las reuniones del consejo, el rey convocaba a su hijo, signo de la desconfianza que tenía en su antiguo enemigo. Desde comienzos de 1348 don Juan no aparece más en acontecimientos políticos. En una carta de su hijo, fechada el 24 de julio, se utiliza el giro que Dios perdone, lo cual hace suponer que haya muerto entre abril y junio de ese año (Giménez Soler, 1932: 117).
Emblemas
Juan Manuel alude en el Libro de las tres razones a ciertos emblemas de los que se sentía orgulloso. Uno de ellos es la posesión de la espada Lobera que había pertenecido al rey Fernando III y que él utilizaba en todas las batallas. El otro es su escudo, muy semejante al de los reyes de Castilla: dividido en cuarterones blancos y rojos «asi derecha mente commo lo traen los reys» (Libro de las tres razones). En el cuarterón rojo se ubica un ala con una mano de hombre sosteniendo una espada desembainada y en el cuarterón blanco un león. Juan Manuel no se abstiene de hacer un paralelo con el escudo del rey: «Et asi son las nuestras armas alas et leones en quarterones, commo son las armas de los reys castiellos et leones en quarterones» (Libro de las tres razones). Todos estos emblemas los heredó su padre del rey Fernando III como recompensa de no poderle dar heredades: «[…] non vos puedo dar heredad ninguna, mas douos la mi espada Lobera, que es cosa de muy grant virtud, et con que me fizo Dios a mi mucho [bien], et douos estas armas, que son sennales de alas et de leones» (Libro de las tres razones). Juan Manuel rescata en este libro los símbolos de su linaje que compensan su estado inferior. Es muy posible que Juan Manuel se vanagloriara de estos símbolos. Por eso, en la Gran crónica de Alfonso XI (cap. 330) se narra que cuando García Jufré de Tenorio advirtió que Juan Manuel se negaba participar en la primer línea de combate en la batalla del Salado, se mofó de él, diciéndole «que la su espada Lobera, que dizien que era de grand virtud, que mas deuie de fazer aquel dia».
Produción literaria
La obra literaria de don Juan Manuel sintentiza las formas que la prosa había tomado a lo largo del siglo XIII y en los comienzos del XIV. En el prólogo del Libro de la caza Juan Manuel expresa la admiración que sentía por la obra de su tío, el rey Alfonso X. No se trata de una expresión formal. Su Crónica abreviada es un epítome de la Estoria de España (Funes, 1990). En sus obras narrativas se observa una fuerte influencia de la cuentística árabe (Lacarra, 1979; Lacarra-Paredes, 2006). No menos importante es la deuda que mantiene con la cuentística latina que revela la influencia de las ordenes de los predicadores, en especial los dominicos (Lida de Malkiel, 1966). En las partes finales de su Conde Lucanor retoma Juan Manuel la tradición de proverbios y sentencias. Juan Manuel no suele hacer referencia a sus fuentes doctrinales, pero en algunos casos lo hace, como en el Libro enfenido donde menciona la obra de Egidio Romano, De regimine principum (Bizzarri, 2001). También parece haberse interesado por la poesía. Entre sus obras perdidas se halla un libro de las Reglas como se debe trovar. La sola huella de sus capacidades poéticas se halla al final de los ‘enxiemplos’ de su Conde Lucanor (Alvar, 2014). No fueron ajenos a su interés los temas caballerescos que reproduce en el Libro del cavallero et del escudero y de los artefactos de guerra como parecería tratar el perdido Libro de los engeños.
Nos han llegado ocho obras de don Juan Manuel; sin embargo, su producción parece haber sido más amplia y variada, según las informaciones que el propio autor nos ofrece. En dos oportunidades, el escritor repertoría su producción literaria. En el prólogo del Conde Lucanor y en el llamado Prólogo general que encabeza el manuscrito de la Biblioteca Nacional de España 6376. En el prólogo al Conde Lucanor menciona: la Crónica abreviada, el Libro de los sabios, el Libro de la cavalleria, el Libro del infante, el Libro del cavallero e del escudero, el Libro del conde, el Libro de la caça, el Libro de los engeños y el Libro de los cantares. El listado presenta algunos problemas. Ciertas obras no se mencionan con los nombres que hoy les damos, como por ejemplo el Libro del infante que debe ser el Libro de los estados o el Libro del conde que debe ser el Conde Lucanor. Otras, no nos han llegado, como el Libro de los sabios, el Libro de los engeños o el Libro de los cantares. Juan Manuel señala que se trata de los libros «que el ha fecho hasta aqui». Habiendo sido el Conde Lucanor finalizado en Salmerón, el lunes 12 de junio de 1335, estas debieron de haber sido las obras que escribió hasta entonces. El Prólogo general ofrece un repertorio algo diferente. Ahí menciona «todos los libros que yo fasta aquí he fechos, et son doze», a saber: el Libro de las tres razones, Libro de castigos e consejos, Libro de los estados, Libro del cavallero et del escudero, Libro de la cavalleria, Crónica abreviada, la Crónica conplida, el Libro de los engeños, Libro de la caça, Libro de las cantigas y Libro de las reglas como se deve trovar. Este prólogo encabezaba el volumen que don Juan depositó en el convento de Peñafiel como testimonio de sus obras. No se menciona en ninguna parte el Tratado de la Asunción quizá porque es posterior a estas enumeraciones ni un Pater Noster traducido del latín para Juan de Aragón, según indica en el Libro del cavallero et del escudero.
Apartado especial lo merece la datación de sus obras (Baist, 1880; 128-155; Giménez Soler, 1932: 159-176; Devoto, 1972: 227-234; Serés, 1994: xxxiii-xlviii). Para su establecimiento, además de los prólogos mencionados, la crítica ha echado mano a referencias internas que el propio don Juan hace en sus obras, así como la naturaleza de los textos. La obra más antigua parece ser la Crónica abreviada (ant. 1325); le siguen el Libro de la caza (1325-1329), el Libro del cavallero et del escudero (1326-1328), el Libro de los estados (1330), el Conde Lucanor (1335), el Libro de las tres razones (post. 1337), el Libro enfinido (1336-1337), el Tratado de la Asunción (post. 1335). Si bien quedan puntos por resolver, se puede asegurar que estamos ante una cronología bastante precisa.
El propio proceso creador de Juan Manuel suele ser una dificultad para fijar una fecha de composición de sus obras (Macpherson, 1973). Sus textos evidencian una lenta gestación. Es posible que Juan Manuel haya escrito primero el Libro de los enxiemplo del Conde Lucanor y hasta que éste haya tenido una difusión independiente y, en una etapa posterior adicionado el Libro de proverbios. El ejemplo más claro es el Libro enfinido que el autor llama así porque es un libro que se continúa en la medida que tenga nuevas experiencias.
A pesar de todo esto, se han podido establecer tres etapas en la evolución literaria de don Juan Manuel (Orduna,1970; Serés, 1994: xxxvii-xlviii). La primera de ellas evidencia un período en el cual sus obras están muy vinculadas al scriptorium alfonsí. La segunda etapa comprende los años 1327-1337 en la que desarrolla un didactismo presentado bajo la forma de un diálogo ficticio. Ella se iniciaría con el Libro del cavallero et del escudero. La tercera etapa manuelina es posterior al añ 1337 en la cual explota la presencia del autor-narrador en el relato que ya nada tiene que ver con el ‘yo’ ejemplar (Orduna, 1982).
Obras
Crónica abreviada. Daniel Devoto (1972: 276-281) señaló que el problema de las obras historiográficas de don Juan Manuel es el más arduo de resolver. La única crónica que se nos ha conservado es la llamada Crónica abreviada, pero en el Prólogo general se menciona también una Crónica complida, actualmente perdida. Todo parecería indicar que se trata de dos obras diferentes; pero Albero Blecua (1980: 109-110) conjeturó que posiblemente ambos títulos remitan a una misma obra que se titularía Crónica abreviada de la Crónica complida. El panorama se complica aún más cuando se observa que Argote de Molina elaboró una lista de obras de nuestro escritor, en la cual incluyó otra crónica que llama Chrónica de España.
La Crónica abreviada es un resumen de la Estoria de España alfonsí compuesta entre 1320 y 1325. La obra se divide en tres partes. El primer libro comienza con el diluvio para pasar luego a la llegada de Hércules a España hasta Teodorico. El segundo libro desde aquí hasta Fernando I y el rey Bermudo. El tercero desde Bermudo a Fernando III. Ya en esta obra expresa Juan Manuel una preocupación por el estilo, pues confiesa querer escribirla en un estilo que no sea muy sutil, es decir, difícil. Juan Manuel admiraba la obra de su tío Alfonso X y especialmente su Estoria de España que considera como una obra en la cual el rey Sabio escribió todo lo que se podía contar del pasado; por tanto, él se propone hacer un resumen: «[…] por ende fizo poner en este libro en pocas razones todos los grandes fechos que se y contienen». Para ello se valió de diversas técnicas que se incluyen dentro de la abbreviatio (Catalán, 1977; Funes, 1990; Salgado Loureiro, 2019).
Libro de la caza. Si hay un libro en el cual don Juan Manuel volcó sus experiencias, ése es el Libro de la caza. Su interés por la cetrería es connatural a su estado social, pero también es herencia de una doble tradición familiar: su tío Alfonso X mandó hacer muchos libros de caza y su padre era gran cazador, según señala en el ejemplo 33 del Conde Lucanor; a ello se le suma una aficción personal, según indica en el prólogo de la obra, al decir «don Iohan es muy caçador». Si bien no deja de ser un libro técnico sobre la caza, la obra es riquísima en informaciones personales que el propio don Juan inserta: «[…] desque fuere acabado lo de la caça de los falcones, poner se a en este libro de la caça de los açores que don Iohan sabe, et lo que oyo dezir et vsar del infante don Iohan et a don Garcia de Villa Mayor et a Gomez Paez Burgallo et a Gonzalo Mendez de Abielos et a otros caualleros de Portual que saben mucho de la caça de açores» (cap. II). El libro es un compendio de tradición literaria, de informaciones orales y de la propia experiencia de don Juan Manuel.
Libro del cavallero et del escudero. En este libro comienza a jugar el diálogo, que se transformará con el tiempo en un elemento esencial del arte literario de don Juan Manuel. Un escudero joven se dirige a las cortes de un rey para ser investido caballero; en el camino se encuentra con un caballero anciano, con quien comienza un diálogo en el cual el caballero anciano le trannsmite una serie amplia de conocimientos. En la primera rúbrica de este tratado se denomina a esta técnica narrativa fablilla. El diálogo entre ambos discurrirá sobre varias materias: la caballería, el oficio del rey, pero también temas más generales como el mayor placer, el mayor pesar, los ángeles, los cielos, los planetas, plantas, animales… Don Juan parece querer señalar con este libro que al caballero no sólo le son útiles conocimientos sobre caballería o política, sino también otros como las ciencias naturales, religión, etc. El libro no se halla completo. Hay una laguna que abarca los capítulos cuatro a dieciseis. Ella se puede recuperar (en todo caso desde el punto de vista de su contenido) gracias a ciertos pasajes del Libro de los estados (Taylor, 1984).
Libro de los estados. En esta obra es donde Juan Manuel expresa de una manera más clara su conciencia estamental. Vuelve a explotar el autor una una vez más la técnica del diálogo. Un rey llamado Morabán entrega a su hijo, Joas, a un caballero (Turín) para que lo crie alejado de todos los pesares del mundo. Un día Morabán ordena que su hijo salga a conocer mundo. En el camino se topan con un hombre muerto lo que despierta la curiosidad del joven y conoce así todo lo que su padre había querido esconderle. La enseñanza entre Turín y Joás seguirá hasta que el ayo decide llamar a Julio «el omne bueno que andaua predicando por la tierra». Aquí comienza un largo diálogo sobre la sociedad del siglo XIV en el que se insertan otras materias. La obra se divide en dos partes. En la primera se describe el estado de los legos y en la segunda el de los cléricos (De Stéfano, 1962; Araluce Cuenca, 1976). Comienza a afirmarse la influencia árabe, pues la historia inicial proviene del Barlaam et Josafat (Funes, 1987-1988) y su contenido una vez más de la observación directa de la sociedad.
Conde Lucanor. Se trata de la obra más popular de don Juan Manuel y también de elaboración más compleja. La obra consta de tres partes: una primera con cincuenta o cincuenta y un ejemplos; una segunda parte con cerca de ciento ochenta porverbios y una tercera parte que es un tratado de salvación del alma. Pese a la heterogeneidad aparente de la obra, ella posee una profunda unidad. Toda la obra posee un marco dialogado en el que un conde llamado Lucanor plantea problemas que expone a su consejero Patronio. Su ayo resuelve cada pregunta de Lucanor con un ejemplo; en la segunda parte lo adoctrina con proverbios y en la tercera le expone un tratado sobre la salvación del alma. El mismo Juan Manuel señala los elementos comunes que tiene el libro. En el ‘Libro de enxiemplos’ hay también proverbios y en el tercer libro se intercala un último ejemplo sobre la lealtad del vasallo. Otro elemento que da unidad a la obra es la intencionalidad. En el prólogo de la obra Juan Manuel expone que compuso este libro para provecho del cuerpo, del alma y para servicio de Dios.
La preocupación expresiva de don Juan Manuel aflora en esta obra con mayor fuerza que en ninguna otra del autor. En el prólogo señala que la compuso «de las mas apuestas palabras que yo pude». Sin embargo, su estilo va desde una llaneza absoluta a una oscuridad impenetrable. En el ‘Libro de enxiemplos’ escribe de una manera llana, comprensible y las propias narraciones ayudan a la claridad de la exposición (Bizzarri, 2014). En el ‘Libro de proverbios’ va oscureciendo gradualmente la expresión hasta hacerla indescifrable para que sólo receptores de cierta inteligencia puedan comprenderlo (Orduna, 1979; Cherchi, 1984; Heusch, 2009; Lacarra, 2006: 107-123; Oddo, 2014). Esto marca una variedad de públicos en el Conde Lucanor (Taylor, 1986).
Los ‘enxiemplos’ son, naturalmente la sección más estudiada de la obra. La crítica no se ha puesto todavía de acuerdo si esta sección consta de 50 o 51 ejemplos. Al finalizar el ejemplo 50, Patronio dice a su señor «[…] non quiero mas responder a otras preguntas que vos fagades», lo cual parecería indicar que éste es el último relato de la serie. Desde el punto de vista temático nada impide poner en duda la paternidad de don Juan Manuel (England, 1974; Devoto, 1972: 462-464); pero desde el punto de vista ecdótico hay numerosos indicios que la niegan (Blecua, 1980: 113-121).
Los ‘enxiemplos’ de don Juan Manuel reflejan la influencia de las colecciones de cuentos elaboradas por los predicadores (Lida de Malkiel, 1969; Devoto, 1972: 353-464; Lacarra, 2006: 81-105). Muchos de sus cuentos reproducen motivos tradicionales y pueden ser fácilmente adscriptos a la tipología de Keller (1949) y Thompson (1966). El contraste de los relatos de don Juan Manuel con sus posibles antecedentes es un instrumento fundamental para poder percibir cómo juegan en el arte manuelino la tradicionalidad y la originalidad (Ayerbe-Chaux, 1975). Juan Manuel manipula con maestría sus fuentes: modifica los relatos, las circunstancias de las acciones, elabora la sicología de sus personajes, los adapta a su escala de valores. Comparando el estilo de don Juan Manuel con su casi contemporáneo Juan Ruiz ‒hay tres relatos en común entre el Conde Lucanor y el Libro de buen amor‒, se ha llegado a caracterizar a esta primera parte del siglo XIV como el momento de aparición de los ‘estilos personales’ (Lapesa, 1984: 249; Alvar, 2003).
Libro de las tres razones. Este breve texto está a medio camino entre la prosa histórica y la de ficción (Orduna, 1982; Funes-Qués, 1995; Lacarra, 2006: 134-145). En el prólogo Juan Manuel aclara que lo escribe para explicar tres ‘razones’: el por qué de las armas del linaje de los Manuel, por qué los de su linaje pueden armar caballeros sin que ellos hayan sido armados y cuál es la conversación que tuvo en Madrid con el rey Sancho IV antes de su muerte. Don Juan Manuel narra historias familiares; no obstante, el libro es rico también en relatos orales (Deyermond, 1982). La última parte adopta la forma autobiográfica en la que rememora su conversación con el rey de Castilla moribundo en la cual éste le revela que el linaje real es maldito.
Libro enfinido. Este tratadito se enlaza con el género de los ‘espejos de príncipes’. Se trata de obras escritas para la formación del heredero a la corona, pero ahora Juan Manuel no lo dedica al príncipe don Pedro, hijo de Alfonso XI, sino a su hijo. En el interior de la obra cita el De regimine principum de Egidio Romano (Colona), aunque no se puede señalar ninguna influencia precisa del tratado egidiano sobre la obra manuelina. Juan Manuel quiere transmitirle a su hijo toda su experiencia, por eso, escribe para su hijo este libro, un libro enfinido o infinito, pues lo proseguirá mientras experimente nuevas cosas. Don Juan explota al máximo esa forma de escribir sus obras in progress. También este libro es un epítome del Libro de los estados, al que remite para abreviar muchas explicaciones (Devoto, 1972: 252-257; Lacarra, 2006: 125-133).
Tratado de al Asunción. No es la única obra religiosa que escribió don Juan. Al lado de ella hay que poner esa traducción perdida del Pater Noster y la tercera parte del Conde Lucanor donde coloca un tratado para la salvación del alma. La obra la dirige a Fray Ramón Masquefa, prior del convento de los dominicos en Peñafiel. Don Juan explica que el día de la Asunción oyó disputar a algunas personas cultas sus dudas de que la Virgen María estuviera en cuerpo y alma en el Paraíso. Este libro es su forma de participar en esa disputa colocando las razones por la que entiende que la virgen está en el Paraíso (Devoto, 1972: 274- 275; Lacarra, 2006: 145-147).
Prólogo general. Este prólogo encabeza el manuscrito de la Biblioteca Nacional de España 6376. En él don Juan hace una encendida defensa del derecho de autoría de una obra acabada y lo ejemplifica con un relato, el del zapatero y el trovador. Aplica esto a los copistas que a su juicio suelen corromper y confundir el texto, con lo cual justifica su celo de entregar un volumen con todas sus obras al convento de Peñafiel para que lo custodien y quede como testimonio fidedigno de su pensamiento. Francisco Rico (1986) ha señalado que esta idea se inspira en las prácticas editoriales de las universidades y ha visto huellas en este prólogo de la Postilla litteralis de Nicolás de Lira.
Tradición textual
Las obras de don Juan Manuel evidencian un largo y complicado proceso de transmisión del cual los textos no han salido indemnes. El Libro del cavauallero et del escudero presenta una laguna de más de diez capítulos (Taylor, 1984); el Libro de los estados ofrece una capitulación que no es la correcta (Funes, 1984 y 1986); generalmente los manuscritos del Conde Lucanor transmiten el ‘Libro de enxiemplos’, pero no el de ‘provierbios’ ni el tratado final. Don Juan Manuel consciente de los avatares de transmisión de los textos vulgares se ocupó de dejar una copia de sus obras en el monasterio de Peñafiel donde se pudieran consutar sus escritos, en caso de graves deformaciones de sus textos. Lamentablemente, tampoco este códice pudo substraerse a las peripecias de los textos manuscritos y no se nos ha conservado. El manuscrito de la Biblioteca Nacional de España 6376 refleja en cierta manera ese antiguo códice, resultado de una voluntad autorial que se expresa no sólo en el celo de conservar la letra escrita, sino también en el hecho de concebir la propia obra como un corpus (Olivetto, 2014).
El manuscrito más importante de las obras de Juan Manuel es el de la Biblioteca Nacional de España 6376 (S), de finales del siglo XIV, no sólo por contener la mayor cantidad de los escritos manuelinos, sino también por la calidad de sus lecturas. Hay, sin embargo, otros:
- Ms. 15 de la Real Academia Española (P), de principios del siglo XV que perteneció al conde de Puñonrostro.
- Ms. 27-3-E-78 de la Real Academia de la Historia (H), de mediados del siglo XV.
- Ms. Biblioteca Nacional de España 4236 (M), de la segunda mitad del siglo XV.
- Ms. Biblioteca Nacional de España 18415 (G), de mediados del siglo XVI.
Hay, finalmente, una edición del siglo XVI preparada por Gonzalo Argote de Molina: El Conde Lucanor. / Compuesto por el excelentíssimo príncipe / don Ioan Manuel, hijo del Infante don Manuel / y nieto del sancto rey don Fernando. / Dirigido / Por Gonçalo de Argote y Molina, al muy Illustre señor / don Pedro Manuel / Gentil hombre de la Cámara de su Ma- / gestad, y de su Consejo / Impreso en Sevilla, en casa de Hernando / Díaz. Año de 1575 (A).
Pese a tratarse de uno de los escritores más famosos del medioevo español a quien en no pocas oportunidades se ha comparado con Chaucer y Boccaccio, no se ha contado con una edición crítica de las obras manuelinas, sino hasta hace muy poco. Las obras menores fueron editadas por Blecua (1982) y por Ayerbe-Chaux (1989). El Libro de los estados, además de estar incluido en estos volúmenes fue objeto de una edición de Macpherson y Tate (1974). Pero la obra que más trabajo dio a los editores es el Conde Lucanor. Si bien es el texto del cual se poseen más copias, las discordancias entre ellas suelen plantear muchos problemas. Sólo a partir de la edición de Blecua (1969) se tomó como texto base el manuscrito S (rehecha en su edición de 1983). Ayerbe-Chaux (1982) realizó un texto crítico sobre la base de la rama SGA. Pero precediendo a ambos ensayos estuvieron dos importantes trabajos que desbrozaron en cierta medida esa madeja de variantes que ofrecían los testimonios manuelinos. Orduna (1971) aclaró definitivamente que el llamado Anteprólogo que antecede al Conde Lucanor no es sino la abreviación de un Prólogo general de otro códice cuyo listado de obras encabezaría el Conde Lucanor. A. Blecua (1980) clarificó las relaciones entre los manuscritos; no obstante esto, no llegó a establecer una única relación; por tanto, en su estudio ofrece dieciséis stemmata posibles, aunque podría haber más. Si las relaciones sólo pueden ser clarificadas parcialmente, el estudio de A. Blecua iluminó el proceso de composición de la obra. En su opinión, don Juan Manuel compuso la primera parte del Conde Lucanor, es decir, el ‘Libro de los enxiemplos’ antes de 1335 y de este ejemplar se hicieron copias que comenzaron a circular. Más tarde, en 1335 agregó el ‘Libro de proverbios’ y el tratado sobre la salvación del alma. En sus últimos años dispuso elaborar un manuscrito con todas sus obras, en el cual incluyó una copia del Conde Lucanor en esa versión acabada en 1335. Es posible que el autor colocara en esta copia nuevas correcciones que hicieran que su texto difiera en cierta medida. De aquí surgieron dos «originales» de la obra, el copiado en el volumen de las obras completas y el que sirvió de modelo. De esta doble fuente procedería la madeja de variantes que reflejan los manuscritos de la obra.
Recepción socio-literaria
Las primeras pistas de una recepción literaria de las obras de don Juan Manuel las ofrece el propio autor en sus obras. En ellas hace alusiones a caballeros de su mismo entorno social. El Libro de la caza es el resultado de charlas con otros nobles con los cuales concordó sus razones y cita, entre ellos, a Sancho Jiménez de Lanchares, Garcí Álvarez, Roy Jiménez de Mesco, Ferrand Gómez «et con otros caualleros de Galliçia» (Prólogo). El Libro de las tres razones lo escribió porque su amigo Fray Alfonso le pidió que pusiera por escritos tres razones que le había contado. Este mismo personaje le pide que continúe el Libro enfinido (cap. 26). El Libro de los estados lo presenta a Juan e Aragón. El Libro del cauallero et del escudero a don Juan, Arzobispo de Toledo, quien anteriormente le había pedido a Juan Manuel que le tradujese el Pater Noster. El más importante es don Jaime III de Jérica (1301-1335) a quien se debe que el ‘Libro de proverbios’ del Conde Lucanor vaya cobrando una oscuridad progresiva. Sin embargo, estas menciones están llenas de topicos literarios, lo que hace dudar de la verdadera autenticidad de la influencia de estos nobles en las obras de Juan Manuel (Taylor, 1986).
Además de estas referencias concretas, Juan Manuel hace alusiones a lectores implícitos. En el Libro enfinido alude a «los que este libro leyeren». Esos lectores no son pasivos; ellos pueden ejercer cierta presión sobre su obra. En el Prólogo general alude a un público general lector que puede censurarle la forma de escribir: «Ruego a todos los que leyeren qual quier de los libro que yo fiz que si fallaren alguna razon mal dicha, que non pongan a mi la culpa». En el Conde Lucanor señala que hay lectores que posiblemente no lleguen a entender parte de sus proverbios, por eso se defiende diciendo «Et los que non las entendieren non pongan la culpa a mi». En el Libro enfinido (cap. 26) alude a personas de su misma condición que lo critican (‘profaçan’) porque hace libros. Todas estas referencias indican intercambios con un público receptor, posiblemente caballeros castellanos instruidos, aunque no demasiado cultos. De ahí se explica el papel protagónico que tienen en sus relatos algunos caballeros castellanos casi contemporáneos, como Lorenzo Suárez Gallinato, García Pérez de Vargas o Pedro Meléndez, héroes de la épica castellana, como el conde Fernán González o Miñaya Álvar Fáñez, o reyes castellanos como Sancho IV y Fernando III. El gran ausente es el rey Alfonso XI, su declarado enemigo, aunque el silencio es también elocuente.
En 1575 Argote de Molina publicó el Conde Lucanor impactado por la antigüedad de la lengua y por sus relatos. Señala don Argote que dio con este libro «en la corte de su Magestad». Y para interesar a Pedro de Mármol, escribano de la Cámara del rey, a que le diera licencia para imprimirlo, destacó que este libro era «de historia y casos particulares de caualleros de Castilla». En los siglos siguientes la nobleza castellana se seguía viendo reflejada en la obra más importante de don Juan Manuel. Esta edición preparó al Conde Lucanor para un nuevo público, un público más amplio que nada tenía que ver con su casta social, en definitiva, su público futuro.
Recepción crítica
La bibliografía manuelina es una de las más voluminosas de los autores medievales castellanos. Un punto de partida lo constituye el estudio de Giménez Soler (1932), en principio una biografía, pero en la práctica mucho más que una biografía, y la valiosísima y siempre útil bibliografía crítica de Devoto (1972) que permite tener un panorama crítico de toda esa primera parte de la investigación manuelina. Hoy contamos con una excelente mirada de conjunto de la obra manuelina realizada por Gómez Redondo (1998) que inserta a nuestro autor en una historia de la prosa y otra de Lacarra (2006ª) que realiza análisis de todas su obras. Algunos volúmenes colectivos han aportado avances significativos, como el coordinado por Macpherson (1977), el dedicado a su séptimo centenerio (1982), o los más recientes de Lacomba (2014) y García de Lucas y Oddo (2016). La mayor parte de los trabajos se dedican al Conde Lucanor. Alberto Blecua (1980) resolvió gran parte de sus problemas textuales. Las ediciones más autorizadas son hoy día las de Blecua (1969), Ayerbe-Chaux (1983) y Serés (1994). Blecua ((1982-1983) editó todas las obras manuelinas y Ayerbe-Chaux (1989) sus tratados. No deja de haber excelentes monografías dedicadas al Conde Lucanor como las de Ayerbe-Chaux (1982), Diz (1984), Luongo (2006) y Lacarra (2006b). Hay investigaciones más puntuales como la de Lida de Malkiel (1966) que aclara muchas de las fuentes de loe ‘enxiemplos’, el uso de refranes y la cultura latina; Macpherson (1971) estudia esa dicotomía en la que vivió el noble entre el servicio a Dios y los intereses mundanos. Orduna (1971) aclaró definitivamente el problema de los dos prólogos que preceden al Conde Lucanor e hizo importantes reflexiones para la edición de esta obra. Francisco Rico (1986) señaló una posible fuente latina del prólogo general, la Postilla litteralis de Nicolás de Lira, curioso nexo de este texto con la escuela medieval. Barry Taylor (1986) ha intentado determinar el público al cual se dirige el Conde Lucanor y con ello toda la obra de Juan Manuel. La literatura crítica se concentra fundamentalmente en el Conde Lucanor y en el Libro de los estados. Otras obras, como el Libro de las tres razones o la Crónica complida, han recibido menos atención. Pero con todo, estudiar la obra de don Juan Manuel es una manera excelente de ingresar al mundo literario y político del siglo XIV.
Bibliografía citada
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Enlaces web
- Aula Medieval, http://parnaseo.uv.es/AulaMedieval/AulaMedieval.php?id=donjuanmanuel
- Lacarra, María Jesús, «Don Juan Manuel y su producción literaria», Monografías Aula Medieval 2 (2014), http://parnaseo.uv.es/AulaMedieval/AulaMedieval.php?valor=autores&lengua=es#monografias
- El Conde Lucanor, Biblioteca virtual Cervantes, http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-conde-lucanor–0/html/
Responsable: Hugo O. Bizzarri, Catedrático de Literatura medieval e Historia de la lengua, Universidad de Friburgo (Suiza).
Revisión: Grupo de investigación LETRA.
Cómo citar y DOI del artículo:
Bizarri, Hugo O., «Juan Manuel», Diccionario de autores literarios de Castilla y León (en línea), dir. y ed. María Luzdivina Cuesta Torre, coord. Grupo de investigación LETRA, León, Universidad de León, 2021. En línea en <https://letra.unileon.es>. DOI: https://doi.org/10.18002/dalcyl/v0i40
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